De burgueses a hamburguesados
Sigo con Baricco. Con inteligencia, con agudeza y con sentido del humor, su literatura es un estímulo constante. En Los bárbaros (Anagrama, 2017), analiza el declive de la cultura burguesa occidental. Los tres puntos de partida son: el vino, el fútbol y la industria del libro. Luego se mete con la música clásica. Con Google. Con el alma humana. Y mientras ascendemos –o descendemos- los escalones, comprendemos los puntos que conectan cada una de estas derrotas: los bárbaros que dominan el mundo son bárbaros superficiales. Surfean a gran velocidad, pero son incapaces de bucear. Son devotos de la espectacularidad como valor, El Valor. Privilegian la cantidad frente a la calidad. Se rigen por la praxis, la santa praxis que es capaz de “disipar el sentido, la profundidad, la complejidad, la riqueza original, la nobleza, incluso hasta la historia”. Los bárbaros son simpáticos, utilizan una nueva lengua, y han cedido su alma para maximizar la comercialización. Los bárbaros diluyeron lo sagrado. Baricco hace un análisis brillante, con una agilidad narrativa que me mantuvo intensamente, barbáricamente, conectado. Pero, ¿cuál es el alcance de estos bárbaros? ¿Es posible producir hoy, en un mundo dominado por la cultura del snack, un arte con alma, sincero? ¿Todavía es posible ir por el carril paralelo y ganarle a los bárbaros? Es decir, ¿todavía es posible llegar al gran público con obras que intenten comprender la belleza, la complejidad, la finitud o la eternidad de nuestra existencia? Entre el fuerte y el inteligente, ¿quién gana? Al parecer, hemos perdido la paciencia. Y aunque leemos más que nunca –leemos en las redes sociales, leemos en los correos electrónicos, leemos en el whatsapp-, somos incapaces digerir historias, obras, relaciones humanas, que nos inviten a detenernos, a ir despacito, como el regetón, que tanto hemos escuchado en el último tiempo.
Me faltó que Baricco desarrollara más sobre estas preguntas. Quedará para su próximo libro, que esperamos con ansias.