El "yo" como escenario
La escritura es como un bisturí eléctrico que cauteriza una herida al mismo tiempo que la infringe. Buscamos en el pasado, en los momentos de fragilidad, en aquellas cuestiones sin resolver, y desde ahí construimos historias. Mientras vestimos a los personajes y damos rumbo a la narración, se cura, se sana, se superan los caprichosos nudos que durante décadas mantuvimos con estoica firmeza. Cuando los recuerdos pasan de la memoria al papel, mágicamente, ese nudo se desata, esa herida se cauteriza.
La escritura sana. El arte sana. Primero al artista y luego al público. Quizá el arte sea una gran excusa que nos inventamos para sanarnos. Artista y público. Es una forma de conocernos mejor, de curarnos, de ensanchar el mundo, de visitar nuestras heridas con la ilusión de cerrarlas. Quizá la literatura no sea tan importante. Quizá el arte no sea tan importante. Quizá lo importante sea sanarnos, entendernos. Por eso escribimos. Por nada más.
De eso habla Juan José Millás en su novela El mundo. Del “yo” como escenario. De la valentía de enfrentarse, una vez más, luego de tanto tiempo, a los fantasmas que aún nos atormentan. Y transformarlos en canción. Quizá no estemos solos, quizá alguien más necesite desatar ese nudo estoico, cauterizar la herida al mismo tiempo de infringirla. Por eso hago música. Porque quizá, en silencio y con disimulo, alguien pueda curarse, y ser un poco más feliz que ayer.
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