La flor que desprende sus pétalos sin vacilar
Los algoritmos son una gran goma de borrar que hace desaparecer nuestras diferencias. El objetivo es que la clasificación sea más eficiente. Cajones, etiquetas, unos y ceros. La conveniencia es muy seductora, nos hace más veloces y productivos, pero más atómicos y solitarios. Nuestro dilema es que somos seres narrativos, pero hemos fracturado la narración. Por eso estamos tan desconectados: porque, como afirma Byung Chul Han, necesitamos narraciones para desarrollar un sentido de pertenencia que trascienda las communities y se convierta en comunidades. La digitalización exponencial construye un mundo unísono, predecible y clasificable. Un mundo aburrido que le ata los cordones al azar. Cada cosa tiene su categoría, sin grises ni imprevistos. La sociedad de la anticipación se construye a partir de una coreografía de datos sin perfume y sin nombre, como un orfanato de ceros y unos.
Hay aplicaciones para casi todo y cada vez es más difícil distinguir si hemos robotizado al ser humano, o si hemos humanizando a los robots. La miniaturización del mundo, como dice Sadin, nos da velocidad. Nos movemos de un lugar a otro con dispositivos cada vez más pequeños, adaptados a nuestras necesidades. Ahí surge la tensión entre movilidad y comunidad. Cuanto más movilidad tenemos, más lejos queda nuestra comunidad.
En el reino digital, han desaparecido los objetos. Los objetos son la puerta de entrada a la memoria, y la memoria espera paciente, descansando en el polvo de la materia, hasta que alguien se encuentre con ella. Cuando caminamos por las calles del barrio en el que nacimos, accedemos, a través de los objetos, a nuestra memoria. Hacemos dos caminatas: la caminata en el presente y la caminata en el pasado. El mundo inmaterial hace desaparecer a la memoria. El diálogo entre la mente y los objetos, entre el mundo físico y los pensamientos, le da continuidad a nuestra narración.
La seducción del automatismo pone en jaque nuestra unicidad. Veo instagram y estamos todos escribiendo la misma canción y sacando la misma foto. Quizá eso nos haga más productivos. Pero no creo que nos haga evolucionar. Como dice Byung Chul Han, es una época en la que se compite por no ser nadie. Esta forma transaccional, unísoma y productiva de entender el mundo ve sólo una cara de la moneda. La belleza de la flor no está sólo en la plenitud; la belleza de la flor también se encuentra cuando desprende sus pétalos sin vacilar.
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